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Ví por primera vez a Espinosa una noche de Agosto. Movía su cola airosa en medio de una  multitud que, a juzgar por las caras, no sabía de dónde había salido semejante criatura. Agitaba los volantes y giraba a tal velocidad que parecía no pisar el suelo. Me hice paso y me acerqué. Casi sin pensarlo, como hipnotizada, la agarré de la mano, y me uní a su torbellino. Bailamos horas, o eso creo. Cada vez que sentía que no podía más, centraba mi mirada en la gran rosa de su peineta y así recuperaba el equilibrio durante un par de canciones más.
En una vuelta me soltó, “Tú sola” me dijo con una sonrisa que no sabría definir. Y giré y giré, sin volantes pero confiada, sintiendo cómo el aire que movía ella me acariciaba cada vez desde un lugar más lejano.
Cuando paré ya no estaba.

No me la he vuelto a encontrar, pero la veo cada vez que miro al suelo y mi sombra gira al son de cualquier canción. Si alguna noche la véis, no lo dudéis, uniros a ella, y bailad!